Luz En Mi Jardín

Marta le había pedido a Juan, durante un año, que le preparara la tierra para un jardín. Finalmente, él accedió. Prepararon juntos la tierra, mezclándola con los mejores fertilizantes y aditivos para su terreno.
A Marta no le gustaban las flores que habían en el vivero de la zona por lo que le pidió a su esposo que la dejase encargar por catálogo algunas variedades únicas. Eligió entusiasmada cada una; casi todas las plantas eran muy caras. “Va a ser el jardín más lindo de todo el barrio. Nadie podrá igualar estas bellezas.” – pensó ella.

Las delicadas plantas llegaron por correo y Marta empezó a trabajar inmediatamente. Plantó y regó, puso fertilizante, observó y esperó. Pero no pasaba nada. Las hojas, una por una, se fueron poniendo amarillas y se caían cada día que pasaba.
Al terminar la primavera, no le quedaba ni una sola planta. Todas se habían marchitado y muerto.
Marta le escribió una carta al vivero que le había enviado las plantas por correo exigiendo que le devolvieran el dinero.
Dos semanas después, recibió la respuesta.
“Señora, su carta indica que usted plantó las flores en una zona de sombra y les dio los mejores nutrientes disponibles. Pero, sus plantas no crecieron por las siguientes razones: Las plantó en un lugar equivocado. Usted mandó a pedir plantas que necesitan recibir sol directamente. Aunque se esmeró en preparar el terreno, estas plantas, sin excepción, mueren si no les da el sol. La próxima vez, por favor, lea las instrucciones antes de encargar las flores para plantar en su jardín.”
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¿Te has preguntado alguna vez si tu espíritu tiene el alimento que necesita para seguir activo a la disposición de Dios?
Así como las plantas, el ser humano también necesita alimentarse, espiritualmente, para mantenerse activo en el espíritu. El hombre y la mujer de buen corazón, busca cada día la forma de ser una mejor persona. Busca la manera de servirle a los demás, de ser de mucha ayuda, y de mantener la paz con todos los demás. Eso es muy bueno, y es de agrado ante los ojos de Dios. Pero ¿Qué tal tu vida espiritual para con el Señor?
La gente va al templo, no importando denominación, y llegan con la esperanza de escuchar algo que le agrade al alma. Muchos llegan solamente los domingos, otros llegan durante la semana. Escuchan la palabra, se gozan, y salen contentos del templo. Esa palabra fue como un refrigerio para su espíritu; como un vaso de agua fresca. Luego salen del templo, y cada día van notando que se van marchitando. Ya no sienten lo que sentían, y por tal razón necesitan volver al templo otra vez.
Así como las plantas necesitan agua, sol, y alimento, nuestro espíritu necesita escuchar la palabra de Dios, leer la palabra, visitar el templo, y vivir en oración. Ese es el alimento para que el espíritu crezca de forma fortalecida, sin perder ni una rama de bendición.
Lamentablemente la humanidad ha querido vivir llenándose más de las cosas que el mundo ofrece, que de las que ofrece el Señor. La semana tiene siete días, pero ellos cogen seis para el trabajo, fiestas, bailes, parques, etc… y un día para el Señor; si hay tiempo y no se siente cansados. Luego van dejando las cosas espirituales poco a poco, y al final solamente están llenos del mundo, y nada de Dios. ¿Por qué? Porque no hay alimento espiritual.
El Señor está dispuesto a bendecirnos, pero solo a aquellos que están dispuesto vivir para él. ¿Cómo es posible que después de tantas bendiciones recibidas, decidas darle la espalda a Dios y vivir más para el mundo? Dice la palabra en el libro de Santiago 4:4 “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” No podemos exigir bendiciones que nos hagan florecer, ni vivir una vida espiritual agradándole a Dios si nuestro espíritu no se está alimentado de la forma correcta.
¿Te has dado cuenta que cada vez que quieres ir al templo amaneces cansado o enfermo? Porque tu espíritu no ha sido fortalecido con el alimento correcto. Necesitas la luz de Cristo.
Busca de Dios, lee su palabra, ve al templo, ora en todo tiempo, y veras que tus ramas tendrán un hermoso color y florecerás como la palmera.
1Pedro 2:1-3 Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.

Salmo 92:12-13 El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán.

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