Crítico

Un hombre que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte.
Un día visitó un museo con algunos amigos. Se le olvidaron los lentes en su casa y no podía ver los cuadros con claridad, pero eso no lo detuvo de ventilar sus fuertes opiniones.
Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas. Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo: "El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa.
En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. Es una falta de respeto".
El hombre siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él entre la multitud y lo apartó discretamente para decirle en voz baja: - Querido, estás mirando un espejo.

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¡Qué fácil es criticar a los demás sin mirarse a uno mismo!
Es fácil mirar alrededor, criticar todo lo que vemos, criticar a todas las personas que miramos, y compararlo todo con nosotros mismos. De seguro que nada se comparará con nosotros, que seremos lo mejor que Dios ha creado en esta tierra; pero cuando despertamos de ese sueño nos damos cuenta que somos hecho del polvo de la tierra como todos los demás, y que sin la ayuda de Dios somos nada en esta vida.
Entendemos que somos diferentes, que el Señor nos hizo a todos con nuestra propia mente y manera de ser, que nadie es mejor que nosotros y que nosotros no somos mejores que nadie, que estamos en esta tierra con un propósito y que algún día partiremos de ella. Creo que eso es claro de entender, pero no para mucha gente. Para muchos es más fácil criticar o denigrar a los demás, sin mirarse a ellos mismos. Es muy fácil juzgar y señalar al otro, sin darnos cuenta que mientras señalamos con un dedo tenemos tres dedos señalando hacia nosotros.
En la biblia, en el libro de Juan, capítulo 8, nos habla referente a una mujer que llevaron a los pies de Jesús acusándola de adúltera.  La gente quería apedrearla, porque a la gente le gusta tomar los juicios en sus manos juzgando como ellos piensan que es correcto. ¿Dónde estaba el hombre con el cual ella supuestamente había adulterado? Si ella era soltera, entonces quien verdaderamente adulteró fue primeramente fue el hombre, porque si había adulterio entonces el hombre tenía que estar casado, pero solamente juzgaban a la mujer. Sin embargo, Jesús no los juzgó a ellos. Más bien, les dijo unas palabras para que fueran ellos mismo quienes juzgasen sus memorias. Jesucristo solamente dijo “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Nadie arrojó la piedra, nadie la acusó. Ahí vemos cómo es que la gente juzga sin verse asimismo.
El Señor quiere que nos miremos a nosotros mismos, que nos autoanalicemos para ver que hay en nosotros de lo que podamos ser juzgados, arreglar lo malo que hallemos en nosotros, y no mirar con ojos de superioridad a los demás. Todos somos iguales ante los ojos de Dios. Si nos miramos veremos bastantes faltas. Entonces, ¿Por qué juzgar o criticar a los demás?
Simplemente procura que tú no seas juzgado por Dios. Porque él no tiene nada para ser juzgado.

Mateo 7:2
  Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.

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