Termina La Carrera

Durante las Olimpiadas de Verano de 1992, un joven corredor estadounidense de larga distancia, Derrick Redmond, corría al frente de su grupo muy dispuesto a ganar la carrera.

Súbitamente, en la vuelta final, se le paralizó un tendón de la pierna. Cayó al piso en agonía y sus compañeros lo esquivaron mientras lo pasaban.

Sus padres y amigos dejaron escapar un gemido colectivo, al igual que millones de estadounidenses que estaban observándolo vía satélite.

Entonces, con gran dolor, Derrick se levantó de la pista y comenzó a saltar sobre su pierna en dirección a la línea de llegada. Los últimos rezagados lo pasaron. La gente de los costados de la pista que temían por su salud le gritaban que se acostase. Sin embargo, Derrick siguió saltando. Mucho después de terminada la carrera, Derrick seguía saltando.

Derrick necesitaba recorrer todavía cerca de noventa metros cuando una figura saltó de las tribunas y comenzó a saltar por encima de las personas, sillas y de la valla de contención. Era Jim, su padre.
Corriendo hasta donde se encontraba su hijo, pasó un brazo por los hombros y juntos, en parte a saltos y en parte corriendo hicieron el resto del camino.

Derrick no consiguió una medalla de oro ese día, pero todos los que lo vieron a él y a su padre lo sabían… Derrick y Jim Redmond tenían corazones de oro.

El honor espera a aquellos que terminan la carrera.

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¿Cuántas veces has comenzado algo y lo has dejado sin completar? En mi caso, yo diría, muchas veces.

El ser humano tiene un cuerpo que lo retiene cada día con cansancio o pereza para hacer las cosas, tiene una mente que constantemente le dice “descansa, déjalo para mañana, o para más luego”, y pasan los días y no completamos nada. No solamente en los asuntos personales, sino, también, en los asuntos del Señor.

Yo tengo en mi lista varios libros comenzados, una producción musical comenzada, unos proyectos de trabajos comenzados, y muy lentamente los voy haciendo. No porque le haya perdido el amor o el anhelo para hacerlos, sino que, como humano, aparecen delante de mí, otros asuntos que desvían la mirada o me quitan el tiempo para completar lo que quiero lograr. En mi entender y conocimiento, sé que debo esforzarme más para lograrlo. No me he detenido, sigo aunque sea en una pierna prosiguiendo a la meta, pero entiendo que necesito poner mis dos piernas en el suelo y continuar la carrera con más fuerza.

Yo sé que no soy el único; somos muchos los que pasamos por eso, y no es que nos cansemos, sino que en el medio del camino aparecen piedras de tropiezo que detienen nuestra velocidad para seguir. Hay veces que necesitamos la ayuda de alguien para lograr un propósito, pero hay veces que, pudiendo lograrlo solos, nos detenemos por cualquier razón. Pareciera como si la meta estuviera tan lejos para alcanzar, y por eso avece nos cansamos. Comenzamos a mirar cuán lejos está la meta, y comenzamos a cambiar de pensamiento, poniendo negatividad y desconfianza en nuestras mentes.

Si nuestra meta es lograr algo en lo secular, tenemos que prepararnos y buscar la ayuda necesaria para lograrlo. Si nuestra meta es lograr algo para la obra de Dios, tenemos que prepararnos, orar, y buscar la ayuda de Dios para lograrlo. No quiere decir que no debemos buscar de Dios para lo secular, al contrario, tenemos que buscar de la ayuda de Dios para todo lo que emprendamos, pero máxime para las cosas del Señor. Tenemos que orar y trabajar; no dejándole todo al Señor como si él fuera nuestro esclavo.

Tenemos que poner de nuestras fuerzas con la ayuda de Dios. El hecho de que no hayamos alcanzado llegar a la meta, no significa que ya estamos derrotados; significa que todavía nos queda largo camino que caminar. Puede que, en el camino, alguien se haya dado cuenta que nos estamos deteniendo, y nos den la mano. Esa ayuda tenemos que tomarla como una ayuda del Señor para que sigamos hacia delante. Pablo dijo en el libro de Filipenses 3:13-14Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Vamos a esforzarnos, y mucho más si lo que queremos lograr es de ayuda para la obra de Dios. No perdamos la confianza en el Señor, él siempre está ahí para ayudarnos en todo tiempo. Recuerda que lo que Dios ha puesto en tus manos es para que tú lo hagas, porque será de bendición para tu vida. Dios te dará las fuerzas.

Eclesiastés 9:10 Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; …

Isaías 40:29 Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.

Filipenses 4:13  Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. 

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